Refrán cuyo sentido es muy claro, indicando que es el trabajo y el afán con el que nos empleemos en él el que nos hará prosperar más que la casualidad o los golpes de suerte. Por antonimia irónica, se puede usar para indicarle a alguien que no debe quejarse de su mala suerte, sino acahacar a su pereza y descuido el no progresar.
Existe un refrán muy similar en el significado que dice que La diligencia nunca se quejó de la fortuna y cuyo uso es idéntico al lema de la entrada.
Existe un refrán muy similar en el significado que dice que La diligencia nunca se quejó de la fortuna y cuyo uso es idéntico al lema de la entrada.
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