Refrán que recomienda no dejar a la providencia los asuntos que podamos solucionar por nosotros mismos y se usa como consejo para quien no pone los medios necesarios para ello. Se usa especialmente contra los que, en vez de emplearse en solucionar un asunto, manifiestan que este está en manos de seres sobrenaturales, igual que se le dice Fíate de la madre de Dios y no corras.
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