Este refrán es de sentido muy claro y nos indica que los responsables de la educación de los niños son los padres y no los abuelos, que son quienes pueden permitirse dar cualquier capricho que les pidan los nietos. Así es y no debe ser nunca al revés, que hagamos de los abuelos la figura severa porque los padres no sepan educar a sus hijos: hay responsabilidades que no se deben delegar.
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