Recomienda una postura vital moderada, en la que no se comporte uno como una persona antipática en exceso y que nadie le aprecie (ser de hiel) pero tampoco demasiado amable, de forma que las personas se aprovechen de uno (ser de miel). En la justa medida está la virtud, como en tantas cosas, en ser amable con todos, pero sin dejar que nadie se aproveche ni nos manipule.
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