Más allá de una simple visión cristiana de la vida, visión de la que no podemos sustraernos culturalmente, es poco recomendable mantener el rencor a lo largo del tiempo, ya que este se convierte con facicilidad en algo autodestructivo que perjudica más a su propietario que a ninguna otra persona. Por eso, con el perdón o con el olvido, debemos ser capaces de avanzar y no dejar que nuestros odios y rencores nos posean y se anquilosen.
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