Dicho que aparece en el Quijote, en boca del protagonista en un diálogo con Sancho. Indica la relación que da la tradición cristiana entre Dios y el conocimiento, siendo Él la fuente de la que este emana y el seguimiento de la Biblia la forma en que el cristiano se puede acercar al conocimiento. Evidentemente, este refrán precede con mucho a la noción de conocimiento científico.
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