En 1944
George Cukor dirigió la película
Gaslight, estrenada en español como
Luz que agoniza o
Luz de gas y protagonizada por Ingrid Bergman, Charles Boyer y Joseph Cotten. La película es genial y su éxito fue enorme, tanto que ha dejado en castellano la expresión
hacer luz de gas.
A la protagonista, la bellísima Ingrid Bergman, su marido la lleva a casi enloquecer haciéndole creer que sus percepciones son falsas, que actúa sin darse cuenta a menudo. Así, decimos que a alguien se le hace luz de gas cuando se le intenta convencer de cosas que no son reales o se le intenta trastornar, hacerle dudar de sus sentidos, de sus relaciones personales...
Aunque no cabe duda de que el método puede llegar a ser eficaz para manipular a una persona, lo bien cierto es que es de lo más maquiavélico y que indica una maldad suprema, como la del personaje de Charles Boyer, quien traza un maquiavélico plan para hacerse con los diamantes de una rica artista, a la que previamente había asesinado.
Tras el asesinato seduce a la joven sobrina y heredera de su víctima (quien además había interrumpido el robo tras el asesinato con su presencia, pero sin saberlo ella). Al principio se muestra atento y predispuesto hasta conseguir no solo que la joven se enamore, sino casarse con ella.
Después de la boda la convence sibilinamente para volver a vivir en la casa de la tía, y allí empieza a cambiar su carácter; aunque ante ella se muestra con un falso encanto y simpatía, pero empieza a hacer desaparecer cosas, cambiarlas de sitio, haciendo siempre parecer que ha sido ella quien lo ha hecho sin ni siquiera ser consciente.
Por otro lado impide que se relacione socialmente, que tenga amistades o cualquier tipo de relación, incluso que salga de casa, que reciba visitas o hable con alguien que no sea él mismo o los criados (genial debú de una jovencísima Ángela Lansbury, por cierto). Este aislamiento hace que su poder sobre ella sea aún mayor.
Dos hechos accidentales contribuyen a que ella distorsione su precepción, la disminución de la luz de gas inexplicable y los ruidos en un desván aparentemente condenado cuando él no está en casa. Él es quien provoca estos hechos, al colarse desde la casa vecina en el desván, buscando las joyas entre las pertenencias de la tía muerta.
Así, aunque ella percibe correctamente la realidad, él le va haciendo creer que esa percepción es engañosa, que se está volviendo loca, para lo que además la hace creer que su madre también había tenido problemas mentales con lo que ella termina por creer que realmente se está volviendo loca lo cual se confirma por la ansiedad que sí que está sufriendo realmente por toda la situación.
Finalmente, Paula, nombre del personaje de la Bergman, acaba siendo rescatada por el personaje de Joseph Cotten, pero es tal su minado psicológico que le cuesta creer que realmente la realidad no sea la que su malvado marido le ha inducido a vivir.
Este es un caso ficticio de acoso psicológico extremo, pero este tipo de maltrato acompañado a menudo del físico, como complemento al mental, es real y, por desgracia, ocurre en hogares cercanos a los nuestros.