Dice la mitología cristiana que los cadáveres de los santos huelen bien y de ahí la expresión olor de santidad referida a los restos de estos hombres; así, cuando se abría el sepulcro de algún santo o candidato a serlo, los cronistas no dudaban en asegurar que exhalaba buen aroma.
Yendo a nuestro refrán de hoy, no hay que tomarlo literalmente como olor de santidad, sino que esta referencia se toma metafóricamente para referirse a las numerosas alabanzas que reciben las personas que fallecen y las pocas o nulas críticas que tienen.
Relacionado: Refranes de muerte.
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