Existe la creencia de que las malas acciones revierten hacia quien las hace, de forma que, con cierta justicia poética, las personas que hacen el mal acaban padeciendo cierto castigo por ello y en este sentido se dice este dicho. Así, la persona que hace malas acciones las padece igual que quien hace un producto malo (en este caso, pan) tiene que comérselo él porque ningún otro lo aceptará.
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