Refrán que recomienda solo dar credibilidad a aquello de lo que hayamos sido testigos directamente, y no a través de lo que otros nos han dicho y ser escépticos cuando algo nos lo asegure otra persona. Sirve a menudo como expresión de incredulidad ante lo que otro nos está contando, exigiendo pruebas; aunque también para expresar sorpresa ante un hecho cierto que estamos presenciando y que con estas palabras afirmamos que no creeríamos si no lo tuvieramos delante.
Pocas cosas son tan poco fiables como un testigo... sí, he dicho bien: poco fiables. Los testigos seguros de lo que habían visto han enviado a innumerables inocentes a la cárcel o a peores destinos; testigos hay a cientos que han visto monstruos, extraterrestres, apariciones divinas, espíritus... y realmente ¿son de fiar?
Tiene este refrán añadidos que le dan una vuelta de tuerca a su sentido:
Pocas cosas son tan poco fiables como un testigo... sí, he dicho bien: poco fiables. Los testigos seguros de lo que habían visto han enviado a innumerables inocentes a la cárcel o a peores destinos; testigos hay a cientos que han visto monstruos, extraterrestres, apariciones divinas, espíritus... y realmente ¿son de fiar?
Tiene este refrán añadidos que le dan una vuelta de tuerca a su sentido:
- Ver para creer, y no toda vez. Resalta que incluso de lo que somos testigos hemos que desconfiar pues no es raro que nuestros sentidos nos engañen.
- Ver para creer y, para no errar, tocar. Lleva la desconfianza a posteriores comprobaciones, para evitar ser engañados.
Por aquí, como somos así de desconfiados, se suele escuchar: De lo que oigas, no te creas nada; de lo que veas, la mitad.
ResponderEliminarAhí, ahí. Yo soy de esos, no hay nada peor que un testigo ocular.
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